martes, 1 de junio de 2010
A veces hace falta que griten mi nombre para saber que me llamo así
Con una audiencia previamente identificada con sus nombres al pecho, el reloj marcando una hora indicada y la proyección iluminando la sala, Teresa Alison Pérez aborda a la audiencia con un respetuoso saludo, segura y dominante se presenta diciendo "soy un hombre", la frase que rompe con nuestra careta de conferencia verdadera.
El híbrido del lenguaje especializado y la cotidianeidad de la vivencia marcan el inicio de la ponencia, abarcando en breve desde la definición de psicología hasta experiencias con el primer hombre de la vida: El padre.
De aquí en adelante, mientras ruedan demandas maquilladas de temas, realidades que fluyen como comedia, y estereotipos vestidos de personajes tan cercanos como el de al lado, seremos testigos de las respuestas a preguntas no hechas: ¿te ha pasado?, ¿es tu caso?, ¿se parece a tu madre?, ¿te recordó a tu marido?, ¿eres así con tu mujer?... y con la agradable melodía de risas como fondo, Teresa entonando , y las mujeres haciéndole coros, vienen réplicas: las cabezas asienten, las amigas se señalan y murmuran, las parejas se miran, y los hombres dudan.
No muy lejos del inicio, el "Taller de crecimiento profesional" se vuelve dinámico, la ponente se apoya en su audiencia, ejemplifica con ella, la cuestiona y pide su opinión… y aunque no lo haga, de pronto hay proyecciones tales que llevan a la mujer a cooperar con gritos como: "¡se lo hubieras cortado!", "¡¿eso te dijo?!", "¡Cabrón!", o las clásicas risas aisladas, estridentes y delatadoras, que suelen acompañarse con mejillas sonrojadas.
De esta forma, se aborda el primer amor, la experta sexual, el hombre a quien salvar, el marido ideal, la fémina desesperada, los sueños rotos, la planeación no consultada, la herencia de toda madre, la mujer como enemiga de su propio género, los machos que no cambian, la hembra abnegada, la represión, discriminación, abuso, desigualdad, injusticia, y otras tantas que incluso suman los espectadores al comparar el monólogo, con su propia función diaria.
Y qué mejor forma de culminar toda una reflexión sobre la cotidiana relación hombre-mujer, que con una fuerte invitación a empujar de los oídos la experiencia de esa noche y llevarla directo a la cabeza, el corazón, y de ahí a la práctica… pero AMBOS GÉNEROS, porque no se trata de buscar culpables inmediatos, sino de encontrar soluciones a un fenómeno presente desde hace décadas y décadas, para el que una hora puede resultar insignificante, si no se considera que suele pesar más la calidad de un texto, que la cantidad de años gritoneando.
Con "Nosotras lo hacemos mejor", Roberto Ramos Perea, plasmó una regla para la que parece no haber excepción.
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