TRANSEÚNTE

Diez cuadras o más, a paso despistado, sin fatiga ni prisa.



Son las 7:00, siempre digo que hago 20, pero luego me doy cuenta que son 30, cuando he llegado tarde.



Pero ¿cómo correr? No se puede. Es impropio, irrespetuoso, innecesario. Es como tragar, sin saborear, sin masticar. Las imágenes van de prisa y se pisan, se interrumpen, las estropea el ansía por ser vistas, a pesar de que no soy muy veloz.



De pronto pienso que he visto tanto, a pesar de la miopía y de los lentes en el estuche, se que he visto mucho, y comparo mis ojos con los de los tantos ciegos que andan por ahí trotando el mundo, rodeados de los paisajes increíbles que quizá les de el mar, las montañas, nieve o pastos; yo en cambio con la alfombra triste de asfalto, los luminosos pinos amarillos, las fuentes vacías, los ríos de autos y los cerros de gentel, he visto tanto.



Hoy por ejemplo... no lo recuerdo. Simplemente no lo recuerdo, a pesar de la importancia haya o no tenido. Se necesitan pruebas, testimonios de que un momento ha existido, y lo mejor es que cualquier ser expectante puede ser testigo.



La próxima vez que ande por la calle, asegúrese de ser visto, y devuelva el favor observando a detalle al árbol, a la persona, al lugar en juicio.

Sara Pinedo

Transeúnte

Transeúnte

miércoles, 18 de noviembre de 2009

El tren se va, las vías se quedan.


La mejor forma de ahogar un sueño es alejarlo de la voluntad y encargárselo al tiempo.

¿Qué hiciste hoy? ¿Eres feliz haciéndolo? ¿Si pudieras elegir hacer otra cosa, qué sería?... vaya pregunta estúpida esta última, "si pudieras"…


Poder. Dícese de la facultad de ejercer la voluntad. ¿Qué limita a la voluntad? Me gustaría gritar ¡Nada! y culminar en un párrafo la reflexión, pero un día, el día que divide a la infancia de todos los años que le siguen, alguien puso cemento a mis zapatos y pinchó los globos de helio que me elevaban del suelo.


¿Qué limita la voluntad? Tantas cosas… el deber sobre el querer, la carencia o temor a la libertad, los sentimientos que nos atan a los demás. Los demás, siempre los demás. La maldición de vivir en sociedad, de nacer y morir dependientes, olvidarse de pensar de forma individual, el miedo al fracaso o la soledad; el afán de cortar el cordón umbilical para pegarlo en el ombligo de alguien más.


Hace tiempo, mucho tiempo, yo sería cantante. Hace tiempo, menos tiempo, yo estudiaría filosofía y letras lejos de casa. Hace un año escribiría mi primer libro. Hace un mes pisaría el mundo mochila al hombro. Hace una semana renunciaría al trabajo burocrático que tengo. Ayer he recordado todo lo que no he hecho…

Evangelina y Emilia nacen con el deseo de salir de su pueblo, crecen planeando una vida lejos de él, en una ciudad distinta, con mejores hombres, mejores edificios, mejores aires que los que poco a poco encorvan sus cuerpos y tiñen de blanco sus cabellos. Ahí, sentadas al ras de la vía, esperan un tren que nunca es el mismo. A cada vuelta carga consigo años, vivencias, aparentes complicaciones para un viaje del que nunca se compró boleto.

Partiendo de un utópico viaje a Roma, la compañía A Flor de Piel, con las actuaciones de Luz Pérez y Rosario Martínez encarnando el ideal de dos mujeres a través de su infancia y hasta la vejez, compartió con su público un tema bastante reflexivo pero relatado de un modo sencillo e incluso humorístico. ¿Cuánto tiempo invertimos haciendo planes que nunca llegan?, ¿A dónde van esos ideales petrificados que fueron algún día motivo de iluminarnos?


Definitivamente es hoy o nunca. Quiero pensar eso. ¡No!, No sólo quiero. Pienso eso. Lo pienso para evitar mirarme en algunos años imaginando en una banca los lugares que no pisé, los hombres con los que no me acosté, la comida que no probé, la tristeza que no sufrí y jamás lloré.La vida que cansada de pensar en el "qué haré", no disfruté.


Más valiera omitir las oraciones en futuro que nunca llegan al presente.



Sara Pinedo.

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